Nadie apostaba por nosotros, nadie nos creía, nadie nos ha regalado nada y frente a todas las dificultades, llegamos.
Llegamos a la finalísima, por segunda vez en nuestra historia, con una espera y un viaje de esfuerzo y sacrificio de 40 años. Que se dice pronto.
Conforme la hora y el momento se acercaba, los nervios aumentaban, y por fin sonó el pitido inicial.
Saltamos al campo con confianza, con fe, con ganas, con fuerza, con energía (pese a que apenas quedaban), con lesiones.
Fíjate si saltamos con cosas que hasta una yegua se coló.
Dominamos bien, supimos aguantar y soportar los golpes, sufrimos y estuvimos al bode de un ataque
de nervios.
Y antes de que finalizara la primera parte, a Floren le caía una gota de sudor frío por la frente.
En el 36. En el 36 apareció una cabeza, ¡bendita cabeza! ¡bendito uruguayo! Otra vez nos hacía soñar, nos hacía elevarnos hasta el cielo, en un gol en el que nos costó reaccionar por la rareza.
La ilusión y la felicidad se disparaba.
La segunda parte comenzó, y consiguieron acorralarnos un poco, aunque no asustarnos.
A medida que pasaban los minutos estábamos más cerca.
Estaba clarísimo, este año sí. Este año sí.
El partido estaba prácticamente acabado cuando añadieron cinco minutos. ¿cinco minutos? Pues sí, cinco minutos. ¿O debería decir hasta que marque el Madrid?
Cinco minutos excesivos, ya que no se llegó a gastar tanto tiempo. Nos sobraron minutos.
Y como en la Odisea del 74, empate en el último momento.
Nuestras esperanzas bajaban el nivel de euforia conseguido por todo nuestro dominio y nuestro gol que hacía dos minutos nos hacía campeones.
Esto es fútbol y el fútbol es así, y ayer fue injusto.
Se sacaron fuerzas y energías de donde ya no las había, y aunque seguimos luchando no se pudieron impedir los tres mazazos siguientes. A parte quedan las faltas de respeto producidas por el rival (a los que no merece la pena entrar) y la interrupción en el campo de Simeone, que la causa no fue otra que defendernos. Grandioso siempre.
Y…final del partido, y se confirmaba lo que se había sentenciado en los últimos instantes. El madridismo tenía en su poder su obsesión, su ansiada Décima, y Floren suspiraba aliviado.
Magnífica nuestra afición sin moverse y dejar de cantar en sus asientos en la celebración del campeón.
Y es que en esta vida lo tenés todo y tenés nada.
¿Qué se les puede reprochar a estos héroes? ¡Díganme! ¿Qué? ¡Pues nada! Ayer firmaron una temporada histórica, y con tantísimo esfuerzo.
Muy orgullosa de nuestros héroes.
Gracias por hacernos soñar y sentir.

Gracias por habernos hecho rozar la gloria con la punta de los dedos.
Gracias por haber luchado de igual a igual, frente a todas las diferencias.
Que nadie se atreva a decirnos que no sabemos perder, porque hemos probado muchas veces el sabor de la derrota.
Y siempre hemos estado ahí.
Venimos de pasar la peor etapa del club visitamos el infierno, y nunca hemos abandonado.
El que no lo entienda que no se moleste en tratar de entenderlo, por el Atleti es así, es así y se ha acabado.
Porque si el Atleti lo es todo, todo está justificado.
Podréis llenar más vuestras vitrinas, pero nunca tendréis una afición que se escuche más que la vuestra perdiendo y con lágrimas en los ojos, siguiendo animando.
Porque aunque nuestro jefe nos dijo que este partido no se merecía una lágrima, todos nos descubrimos con las mejillas empapadas de amargura, por lo que pudo haber sido y no fue.
Esto solo acaba de empezar, lo mejor está por llegar.
VOLVEREMOS. “Jamás, jamás, te dejará esta hinchada, que en las buenas y en las malas nunca deja de animar”
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