Perdida por nacer en la estela dejada por el doblete, la temporada 95-96, de la que tanto nos han hablado nuestros padres.
Perdida porque los primeros recuerdos de ver un partido de este equipo era luchando en el infierno.
Perdida por tantos años de sequía.
Perdida por crecer en la sombra de los años más oscuros de la historia del club.
Y es que había que ser muy valiente para presentarse con la camiseta rojiblanca al colegio los lunes, y no subirse la cremallera de la chaqueta, sabiendo que te tocaría pelear con los compañeros de clase y aguantar sus burlas, aquellos que habían elegido la opción más fácil, más cómoda de ver a sus héroes Raúl, Zidane y Figo o Ronaldinho, Lucho y Deco.
Época del sonado "Caso Atlético" y de salir de la alcantarilla acariciando balones gracias a Luis.
Época de añoranzas.
Época de sequedad, en la que por un momento se vio avivada la llama de la pasión por lograr acceder a la fase de grupos de la Champions en 2008. Pero de ahí no avanzó la cosa.
Época de duras despedidas, viendo como un Niño hizo las maletas y se nos fue.
Aunque a partir del 2010 aquel estudiante que se abrochaba la cremallera llegaba más feliz los lunes al colegio.
Y este año. Este año si que ganó el Atlético.
Vaya que si ganó. Casi dos décadas después, una Liga.
La primera para esta generación perdida (que ya no lo es tanto), que no fuimos conscientes del 96, pero sí soportamos las pesadas y dolorosas temporadas venideras.
No ha sido fácil, pero ha valido la pena.
Y dejenme decir, que si retrocediera el tiempo, creánme que firmaría por ser parte de esta generación perdida, que desde hace cuatro años ha visto a su equipo volver a coger la senda correcta, aunque no exenta de boquetes, piedras y charcos.
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